martes, 8 de septiembre de 2015

¡Que se comen la uvas!

   Nos dieron años atrás un par de sarmientos de parras de ricas uvas. Los hincamos en tierra fértil y al cabo del tiempo necesario dieron su fruto. Pero ante el apetito de los pajarillos, que libremente se alimentan de aquello que les parece oportuno, decidimos que solamente se comieran unas pocas de las uvas que cultivamos este año. Así pues, procedimos a cubrir los racimos de la cepa con mallas recicladas de nuestras compras de patatas.



    Hemos conseguido aprovechar para nuestro beneficio gran cantidad de uvas, los pájaros ya comieron su parte, nosotros tomaremos la nuestra gracias a las protecciones con mayas y los espantapájaros de cinta de viejas películas de vídeo VHF.


   Alguien comentó respecto a las aves su nula dedicación a las tareas campestres tales como la siembra o la siega, en contrapunto con la disponibilidad de alimento de la que gozan a diario. De haber escuchado de primera mano este discurso y habernos quedado solamente en la forma del mismo, le podríamos haber dicho al Maestro; "¡claro, se comen mi cosecha!". Ref: (Mateo capítulo 6, 19-34).


   Mientras  nos preocupamos por "sembrar y cosechar" camina el tiempo, y por momentos nos olvidamos que en verdad la vida no consiste en preocuparse constantemente del futuro, ni en quedarse anclados en los recuerdos del pasado, sino en vivir el presente aprendiendo del pasado y esperanzados en un futuro mejor, pues ya dice Dios "Buscad primero el reino y su justicia y todo eso se os dará por añadidura" (Mt. 6, 33).